Será el Tumba'o de tu Camina'o

Cada vez que te veo en la oscuridad, cada vez que oigo tu afonía, cada vez que cantas en silencio, cada vez que acaricio tu ausencia y cada vez que siento que no estas, me pregunto qué es eso que todos ven y de lo que yo aún no me doy cuenta. Tal vez es tu cabello oscuro y rizado que se mueve como una onda con la escasez del viento, quizás es tu rostro redondo que contiene cejas tupidas de aquel vello que es rebelde ante la peinilla, de pronto son tus ojos rasgados de caricatura oriental, o posiblemente sean tus labios suculentos o tu sonrisa exquisita.

También puede ser tu aspecto de sirena bronceada, o tu nuca rajada y larga que separa la extremidad mayor de las dos neuronas que quedan en tu cerebro, la de los problemas y la que transpira biología. Puede ser tu tronco de espalda delgada o el amplio pecho del cual sobresalen dos peñascos protuberantes de forma esférica que se conjugan perfectamente con el pulimiento de tu abdomen.

Puede ser el punto cero de tu cuerpo el que provoca la sed de aquellos que te observan, o también las ansias de aquellos ojos que miran tu interior a través de tus rodillas afanosas. Puede que sean tus piernas extensas y tus dedos alargados o la prominencia ausente de tus glúteos que tan sólo chocan con el tumba’o de tu camina’o. 

¿El tumba’o de tu camina’o? Claro, eso es lo que todos ven y lo que yo aún no distingo. Qué cosa tan particular, jamás imaginé que escribiendo encontraría respuestas, es por esto que ahora pienso que no hay que describir lo que ya existe sin haber descrito lo que aún se desconoce, no hay que alagar tu cuerpo sutil sin hablar primero de tu esencia y no hay que mirar detenidamente tu reflejo sin antes descubrir tu metafísica. Definitivamente eres como una playa que no necesita océano porque eres tu propio océano y un esculpido mar de arena.

Catalina Zapata - Ktadelina