El Oxido de Mi Misma

12.04.2008 00:38

 

Vivo condenada al igual que el mundo entero, trabajo todos los días para conseguir comida y dinero y la recompensa que me ofrece el cielo es otro día mas de vida y una única libertad: la de poder respirar. Mi corazón aun es valiente y mi espíritu subsiste para darle vida a este cuerpo pusilánime  y vitalidad a estas neuronas cretinas que todo el tiempo anhelan un paraíso enterrado, extrañan la sonrisa fingida, buscan hojas de papel, cantan afonías constantes, hablan con los espíritus de la noche y sueñan con algún día encontrar la realidad de las cosas y el misterio de las sombras.

Hoy siento que en toda mi vida le he regalado mi alma a aquellos que el cielo no les alcanza para asumir su reinado. No tengo nada que dejar, no tengo dinero en mis bolsillos pero tengo una riqueza que se encuentra en el confundir el azul degradado del agua que guarda sal en sus entrañas con el celeste diluido del tapete estrellado y profundo que a diario se posa sobre mi cabeza. Ese cielo es mi confidente y ese mar es mi único tesoro, allí se encuentra toda la riqueza que dejo y en la arena todas las palabras violentas que una vez emancipó mi lengua absurda.

Mi destino es llegar hasta aquella línea que separa el horizonte azul y hundirme hasta las profundidades para encontrar el lugar oscuro de la oscuridad total y para trasportarme hacia aquella estación sin sol, para que mi cuerpo por fin se deshaga y se oxide por la sal, mi alma se purifique con el plantón de los peces y para que la humanidad futura algún día me recuerde como la mente de las neuronas cretinas, la boca de la lengua absurda y el maniquí del cuerpo inexistente…por siempre y para siempre recordaré la dicha inmerecida que obtuve mientras dormía y la calma que sentía mientras pensaba: “No esperes que te olvide y no olvides que te espero”.

Catalina Zapata - Ktadelina

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