El Ensueño de un Parque Inconcluso

16.04.2008 20:52

 

 

El parque del periodista es rumba pesada y música en las noches,

 agite de bailoteo y embriaguez, vestimentas extrañas

y conversaciones inusuales, En sus corredores,

 es la noche, es la gente  bohemia de buque barato

 

 

El Parque del Periodista, en el centro de Medellín, es un mundo lleno de significados donde confluyen jóvenes de todas las tendencias, ávidos por mostrarse, seducir y embriagarse. Este parche no cambia. Desde muy temprano, cuando la tarde todavía está en sus más prematuras horas, el Parque es invadido por el murmullo de las voces y el sonido de las risas, de muchos que tienen allí, algo similar a una sede: una oficina para la parranda; claro que la parranda allí es distinta, pues tiene en la calle su escenario. Allí, en corrillos o en parejas, la conversación va de boca en boca, igual que el trago, igual que el cigarrillo, igual que la marihuana. La música del Parque es la que forman las voces de todos, que en una especie de tertulia ambulante camina por todos los temas mientras salta de un grupo a otro y se convierte en la música de fondo del lugar. Marcadas las 6:30 de la tarde del día jueves, o “Juernes”, como muchos lo llaman, acaece sobre la esquina de la rumba la oscuridad recargada del calor, que en aquella tarde se impuso en la ciudad de Medellín. Por ser primer día del fin de semana, el parque no está atarugado de personas, tal como los viernes o los primeros sábados de cada mes: para unos San alejo y para otros San pendejo. Así, como buen fin de semana, se inaugura en el Guanábano al ritmo de los timbales que cada grupo le impone a la escena, la farra y las conversaciones esporádicas en medio del asfalto.

 

En aquel Parque, se aglomera gente perdida en una inmensa ciudad que proyecta la sensación de estar en nada y al mismo tiempo en un híbrido de anarquía, desesperación, sueños, confusión, alucinantes y placer. Allí el licor sigue siendo el mismo: vino en garrafas o cajas, cerveza en botella o vaso y, a veces un ron o un guaro; todas bebidas de las licoreras cercanas, que con precios muy bajos aportan unos grados de calor a la rumba. Los visitantes que todos conocen se la pasan de un sitio a otro durante toda la noche intentando contar y escuchar historias de todos, de las decenas de grupos que se encuentran allí, o rebuscando los amigos de siempre, los que estaban perdidos, los que nunca se ven.

Este espacio es un imaginario urbano donde predomina la charla, donde el “parce” runrunea como un contoneo ondulante en los parches. Allí las ropas envuelven los cuerpos deseosos de sexo y alcohol; hoy, en esta ciudad que choca contra las montañas como las olas del mar se estrellan contra los arrecifes, hay una pequeña isla en donde la masa aglomerada danza al compás del delirio de sus neuronas; donde se respira el humo de la discordia y se entra en la atmósfera de un mundo que sólo lo entienden los que habitan en él. En este lugar está la fauna de gente que varía de acuerdo al ritmo de diferentes géneros musicales: El reggae, por ejemplo, pone un gorro verde, rojo, amarillo y negro en la cabeza de alguien con rastas, mientras que el metal da melenas a un tipo vestido de negro y con anillos cadavéricos en sus manos.

 

Nos situamos entonces en Girardot con Maracaibo y aproximadas las 8:00 de la noche un humo verde de marihuana se eleva por la atmósfera del Parque y un algo simultaneo al olor del aire contaminado por los carros que transitan diariamente al rededor de las dos calles que cierran el espacio. De un rincón, de un adoquín empolvado sale un perro dálmata, que deambula inconsciente de aquí para allá con un ojo tatuado y con su dueño distraído en una alucinante conversación. Una pregunta lanzada al aire:

 

--hey, ¿Ese perro es tuyo?-- Y una respuesta que cae:

--no yo soy de él--

A su costado esta una mujer en silla de ruedas que se goza la vida vestida de luto, con su grupo de amigos, entre conversaciones entupidas y con un cigarrillo sin encender:

--Entonces que ¿lo prendo empujado o que?... presten la candela haber--

 

Al lado del teléfono público se sitúan dos policías que no intimidan a nadie, que no otorgan las palabras, ni esposan la libertad, ni cohíben las tentaciones, ni refrenan los deseos. Mas allá, en un muro debajo de un árbol hay un hombre con una guitarra que la recorre con sus dedos, la absorbe con sus yemas, la comienza a poseer, la vuelve suya y comienza a cantar una melodía sin sentido. Al frente de la guitarra se encuentra un joven tuso, con blue jeans, con botas de militar y una camisa larga. Tiene un anillo de medio dedo, un pedazo de papel blanco extendido en las manos, unas piedrecillas en su interior que le producen unas ansias de volar por el espacio sideral. En este objeto se condensa toda su materia, bajo un árbol y empavonando con saliva su bareto. Se lo fuma, inhala y exhala, camina de un lado a otro, mira el cielo, se ríe solo, sus ojos están perdidos y sus sentidos comienzan a copular en un Nirvana y su sombra reflejada le recuerda la soledad en la que esta. Al otro extremo del Parque, bocanadas de humo se contagian con las inhalaciones del grupo de gay que se manosean, chocan sus labios y mueven sus lenguas. Una cachetada de por medio, una pelea afeminada entre hombres y una burla colectiva de todos los demás que posan sus ojos en aquel acontecimiento. Éste, es un pequeño lugar con gran cantidad de hormonas que se entrelazan: masculinas y femeninas, femeninas y femeninas y masculinas con masculinas; dos hombres o dos mujeres que se besan; un juego de seducción que no es prohibido para su existencia; todos los cuerpos se juntan y sus deseos son posibles, gracias a sus manos que son el primer paso para iniciar la exteriorización de sus cuerpos. Aquí no parece haber religiones, no parece haber leyes, no hay quien perturbe, ni quien critique el momento en que dos mujeres rozan sus labios totalmente estremecidos, sintiendo ese éxtasis de una saliva distinta y sin temor de introducirla en otra boca; un inmenso placer de sentirse agua compartida; una libertad que es expresada a través de sus labios que trasmiten al entorno lo que podría significar un gustoso momento. A la gente parece no importarle lo que pasa, parecen todos en otra dimensión. En el punto cero del parque por ejemplo, hay una joven tirada como si estuviera por morir. Su alma esta perdida en un sueño y su espíritu inconsciente viviendo en el idealismo del cosmos. De su lado se ven piernas que al caminar le dan un perfume de rebeldía al lugar. Al extremo derecho, una niña que se abriga con un suéter azul, que camina toda la noche recorriendo cada rincón, ofreciendo sus “rolettos” y divisando cada gesto facial que se repite una y otra vez en un no, no, no, y que se convierte en una melodía monótona. La rabia contenida de la niña de nueve años sale por la boca para decir:

 

--“chu-ma, chu-ri, chu-ca”--

Las palabras se confunden en los oidos y se alejan; se aturden con sus mezclas y acentos y al final explica lo dicho con un grito que suena al lado de la nueva escultura:

--“! Marica ¡”--

El acento burlón no puede ser otro que el del barbado en chanclas, con un collar de hojas verdes, un pincel en la mano y una botella de vino en la otra; una paleta de pintura en una silla, un bolso comercial y un pulpo estampado en su tela. Alguien se le acerca y le pregunta que si le puede tomar una fotografía y el dice:

--Pero pilas con los dólares pa’l vino--

Mas tarde, este hombre barbado grita arengas contra el racionalismo, pero todos lo ignoran y continúan en sus cápsulas.

 

En un asiento con una escultura al lado hay una pareja que desmide sus deseos, que atraviesan el obstáculo de las miradas, que se excitan sentados, con una caja de vino y el crepúsculo de la noche cayendo sobre ellos. Todo esto y mucho mas se conjuga en las rumbas citadinas que ademas jerarquizan los gustos musicales; de ahí el estilo del grillo que con sus cachos y crestas representa la inconformidad y burla del sistema capitalista. Una pregunta dispersa y una respuesta concreta:

 

--¡es punk, punk medallo…punk es decadencia por que todos los días no falta la decadencia punk, el punk existe, punk not dead, punk no muere. Vida punk parcero, esto es una película hermano usted para vivir esto se necesita. Punk es punk aquí y donde sea--

 

En este ritual los días cambian, la noche se modifica y la gente danza al ritmo de sus identidades; pues así como los punkeros son personajes tachados de satánicos por la iglesia y caracterizados por sus melenas largas, botas y vestimenta puramente negra, también se destacan los grunges: de tenis rojos y una fila de manillas coloridas a lo largo de sus manos. Para estos su ritual es básicamente depresión, rebeldía por todo, desidia y desdén.

 

En este protocolo no se interrumpen las incoherencias de las risas y se hace de un show, otro show. Todo se mezcla en esta isla utópica que esta en medio de una ciudad que perdió la capacidad de ser soñada. Aquí, Los jóvenes son rock, otras generaciones son y fueron boleros o tangos, pero ellos no son como las generaciones pasadas, hoy todos son rock.

Eran ya las 2:00 de la madrugada, la noche estaba agotada, unos se quedaron en las afueras de los bares sin destino a donde ir y otros abandonaron el Parque, se pararon del piso para seguir la gira por las calles de la ciudad y sin más fans que sus propios zapatos…

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